Benito Juárez: La tarea científica está invadida por falsos o pseudo-problemas. Este tema es tratado por los epistemólogos como una temática de la filosofía de la ciencia. Mario Bunge lo plantea de esta manera:
“Pseudoproblemas: preguntas mal formuladas o mal concebidas. La filosofía tradicional rebosa de pseudoproblemas, pero de vez en cuando estos pseudo-problemas penetran también en cabezas científicas” (M. Bunge. La investigación científica. Ed Ariel, pág. 232)
Pero, como evitarlo. También Bunge responde a esto:
“La primera operación, la formulación del problema, su planteamiento es a menudo la mas difícil de todas, como sabe muy bien el matemático al que se pide que formule un modelo matemático (una teoría), sobre la base de un desordenado haz de conjeturas mas o menos nebulosas y de datos relativos a hechos sociales [. . . .]. Por regla general, el enunciado del problema llega a ser una pregunta bien formulada y clara a medida que progresa el trabajo sobre el problema mismo; [. . . .] ´Un buen planteamiento es la mitad de la solución´ como dice uno de los pocos refranes populares que son verdaderos” (M. Bunge, citado, pág. 226)
Un investigador afectado por estos falsos problemas tiene dos alternativas, ó bien modifica los interrogantes que plantea a la realidad y vuelve a empezar, o bien sigue sosteniendo las mismas conclusiones a las que arriba que, de manera inevita-ble, resultarán erróneas.
Es habitual creer que la existencia de pseudo-problemas en la investigación científica es una cuestión vinculada al manejo arbitrario de las llamadas ciencias “blandas” (sociología, politología, economía, antropología y similares), es decir, producto de disciplinas que detentarían bases teóricas y metodológicas relativamente endebles. Por ello resultaría posible “probar” cualquier hipótesis que se le ocurra al investigador. Esto no sucedería en las ciencias “duras”: física, astronomía, matemáticas, etc.
Sin embargo en las ciencias duras este fenómeno es más habitual de lo que podría suponerse. Tomemos como ejemplo el experimento mas avanzado que hoy se realiza en física a través de la llamada “máquina de dios” donde se trata de reproducir el momento inicial del universo.
Allí surgió un debate entre los físicos mas renombrados del mundo respecto a que si el problema está bien o mal planteado y por ende la importancia del experimento.
Resulta obvio que no estamos en condiciones de dilucidar quien tiene razón, pero la sola existencia del debate nos permite extraer algunas conclusiones: si esto sucede en la física mas avanzada es de imaginar los que está sucediendo en la disciplina económica, un área de conocimiento donde se entrecruzan leyes tecnológicas, sociales, y biológicas; el corto, mediano y largo plazo; la visión macro y microeconómica; los flujos reales y financieros; los intereses de la sociedad en su conjunto, los intereses sectoriales y la subjetividad del investigador; y así hasta el infinito.
Es por eso que el debate en economía está plagado de falsos problemas. Los economistas deberíamos ser más humildes, y antes de pontificar basados en “leyes de la economía”, deberíamos volver a revisar una y otra vez, nuestros análisis para asegurarnos que no se haya introducido de contrabando un falso problema.
Pero la cuestión es mas seria aún. Los falsos problemas se trasladan desde las ciencias sociales a la política y por ende al diseño de país.
Los políticos tienden a ubicar a su lado a quienes dicen lo que gustan escuchar. De esa manera, politólogos, sociólogos y economistas, o quienes en cada época representaron ese papel, dictaminaron alrededor de los ejes problemáticos y las dicotomías fundamentales en cada coyuntura, cuya resolución traerían consigo décadas de paz y progreso para el país.
Las consecuencias han dejado huellas visibles. La historia argentina está amojonada de falsas dicotomías del tipo: unitarios-federales; peronismo-antiperonismo y muchas más del mismo estilo. Y luego de décadas quedaba en evidencia la falsedad de sus fundamentos. Y no fueron errores gratuitos. Los enfrentamientos estériles (y a veces sangrientos) representaron décadas de atraso para nuestro país. Y siguen reproduciéndose bajo distintas formas.
Desde el mes de marzo del año 2008 el país asiste a una fuerte pugna por el problema de las retenciones en el agro. No sólo que no encontró salida sino que vuelve una y otra vez a reproducir el enfrentamiento agro-gobierno, y amenaza con extenderse al conjunto de la sociedad y por mucho tiempo más. En el mes de Julio de 2009 se actualizó debido al debate parlamentario alrededor de los poderes delegados. En el mes de Agosto, los equívocos de una ley de emergencia agropecuaria y el veto del Poder Ejecutivo desembocaron en una nueva parálisis de la comercialización.
El tema de las retenciones fue analizado en estas páginas al inicio del conflicto en relación a cual debió ser el enfoque correcto desde el punto de vista de la política económica (diagnóstico, objetivos e instrumentos). Ahora analizamos el debate tal como se realizó, plagado de pseudo o falsos problemas
Evaluamos en este trabajo, y a manera ejemplificativa, algunos de ellos: las retenciones como impuestos; la dimensión del sector agropecuario; las retenciones como
instrumento de redistribución del ingreso; el papel de los chacareros en el conflicto y las retenciones como único instrumento disponible.
Seguramente otros analistas, con mayor conocimiento específico del sector agropecuario podrán encontrar otros falsos problemas en el debate. Para nosotros son meros casos ejemplificativos para señalar la raíz de los pseudo-problemas que llevan a enfrentamientos estériles y décadas de atraso relativo con serias consecuencias para el país.
Plantear correctamente el problema no significa que de manera automática nos pondremos todos de acuerdo y con ello evitaremos el debate. Significa que tenemos la posibilidad, como sociedad, de encontrar una salida al problema. Pero si el problema está mal planteado o es un pseudo problema, lo más probable es que no sólo paguemos el costo de enredarnos en un debate estéril, sino el altísimo costo social de hacerlo con un debate que desde el vamos, cierra todos los caminos posibles hacia una salida y agrava las distintas formas de conflictividad social.
Y en esto, la responsabilidad no es sólo del gobierno. Los sectores directamente implicados en el debate sólo se interesan por los argumentos que llevan “agua para su molino”; los partidos políticos no estudian seriamente el problema y de manera oportunista se limitan a adoptar posiciones a favor de uno u otro grupo de manera acrítica, según pertenezcan al “oficialismo” o a la “oposición”; y los medios de comunicación que en lugar de difundir los aportes con una visión crítica del problema, azuzan el conflicto amplificando la dimensión de los falsos problemas. Es muy previdente que a mayor conflictividad habrá un mayor consumo de medios de comunicación y por ende aumentará su poder social.
Los sectores de opinión tienen una forma práctica de intentar ubicar el debate de manera correcta. Sólo debe exigir que los actores del conflicto, los partidos políticos y los medios de comunicación, cuando realicen propuestas, lo hagan en el marco de un programa global. La necesidad de coherencia entre los instrumentos planteados y las prioridades en los objetivos, tenderá a depurar el debate de falsos o pseudo problemas.
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